La crisis lleva a la quiebra a centenares de empresas constructoras e inmobiliarias. Centenares de nuevos ricos se despiden de la opulencia con la misma rapidez que la abrazaron. Los índices bursátiles van en caída libre y el petróleo lo pringa todo con la mancha del sobreprecio. Los suicidios de superejecutivos superfracasados se multiplican al ritmo del engorde de las cifras mensuales de desempleo. Los tentáculos de la crisis llegan a casi todos los rincones, aunque siempre hay algunos que ni se enteran. Es el caso de Tomás Cadalso, persona libre completamente ajena a los vaivenes del mercado. Cada vez que le preguntan por la crisis, él responde: “¿Qué crisis?”, se toma un trago de vino, recoge sus cartones y se marcha a buscar otro cajero automático.
Publicado el 1/7/2008 en HIPERBREVES
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