Primero un calzoncillo, luego dos calcetines. Me enfundo el pantalón y detrás viene la camiseta. En el armario busco un jersey y en el respaldo de la silla de la cocina encuentro mi cazadora de pana. Si no llego a tropezar con las botas de camino a la puerta, habría salido descalzo. En los días de frío, como éste, también cojo los guantes, la bufanda y un gorro de lana azul. La luz de la mañana me molesta y siempre me coloco unas gafas de sol enormes que alguien dijo que eran modernas. Mientras paseo por la calles y me cruzo con otros seres cubiertos, reparo en que sólo el vaho da fe de que aquí debajo existe un cuerpo.
Publicado el 30/3/2007 en HIPERBREVES
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