El policía flaco me da la quinta bofetada, mientras el gordo me sujeta del cuello y me clava su rodilla en el estómago. En el suelo recibo 10, 15 ó 20 patadas, que para contar estoy yo ahora, y, por no hacerle caso a mi madre y no cortarme la melena, uno de los señores agentes me levanta tirándome de los pelos. Por puñetazos recibidos, parezco ya un saco de boxeo. Mientras la sangre contamina los sentidos del gusto y el olfato, las dos autoridades me preguntan a gritos de qué me río, si quiero recibir un poco más o si soy idiota. Por más golpes que me dan, a mí no se me puede borrar la sonrisa. Y es que cuando veo la lucecita minúscula de mi móvil Nokia N95 sobre la mesa de la sala de cacheos, apoyado estratégicamente en mi chaqueta, no puedo evitar la mueca de la alegría. Me costó 700 euros, pero qué es ahora el sueldo de un mes. Está tan bonito ahí, grabándolo todo en calidad DVD.
Publicado el 1/6/2007 en HIPERBREVES
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