Con el movimiento15-M lo que ha emergido es la reclamación de una nueva cultura política, una nueva forma de entender y de hacer la política expresando públicamente y en voz alta lo que piensa una inmensa mayoría de la población.
Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes queremos un cambio y un futuro digno.
Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos.
Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo. Jóvenes, pensionistas, familias unidas contra el sistema político-financiero, los recortes, el férreo bipartidismo, la corrupción, la banca, y la ley electoral actualmente en vigor...
El rasgo principal de esta nueva cultura política sería enfrentar, o quizás sumar, la democracia participativa a la democracia representativa.
Es decir, el rechazo a una democracia exclusivamente representativa, donde se deposita el voto cada cuatro años para elegir representantes, sin tener ninguna otra opción de intervenir, participar y decidir en la vida política del país ni en los asuntos públicos que nos afectan directamente.
El éxito y la continuidad del movimiento dependerán de mantener vivo y en primer plano el origen del se que partió: el rechazo frontal a las medidas de ajuste, recortes sociales y rebajas salariales que el FMI, Bruselas y los Botín de turno han dictado; y también el cuestionamiento del modelo bipartidista y la clase política gracias a los cuales pueden ejecutar sus proyectos imponiéndose sobre el 90% de la población.
Lo que se reclama es una participación diaria, cotidiana, organizada y eficaz del pueblo en la vida política, una democracia popular, un poder popular, en el que el pueblo organizado puede avanzar en crear formas de autogobierno y de capacidad de decisión infinitamente más democráticas y eficaces.
Un rechazo frontal a la perversión y el vaciamiento de la democracia convertida en virtual que unos pocos nos imponen cada día. Para defender nuestros intereses frente a aquellos que sólo buscan saquearnos, el pueblo necesitamos unidad, organización y fuerza política.
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