En el ensayo Fuera de campo, literatura y arte argentinos después de Duchamp, la crítica y narradora Graciela Speranza examina dos aspectos de Rayuela: su costado a lo Arthur Rimbaud, es decir, en su vitalidad romántica, y sus apropiaciones más fértiles del surrealismo - el dato más evidente, lo que emparenta la novela y la separa de la Nadja, de André Breton. Y analiza también su influencia en obras como la del narrador chileno Roberto Bolaño y en la intersección de artistas visuales contemporáneos. Antes de conversar sobre esto, sin embargo, le preguntamos cuál fue el impacto de su primera lectura de Rayuela y cuál cree que es su impronta, a cincuenta años de su edición.
“Leí Rayuela a mediados de los 70, cuando la novela ya era lo que es hoy. Antes había leído cuentos de Cortázar en el secundario, y tengo un recuerdo claro de esa lectura porque una profesora de literatura, a la hora de la redacción, nos hacía elegir una frase, recortarla y transformarla en relato propio. Esa vez elegí la frase final de Casa tomada, “tiré las llaves por la alcantarilla”; esto coincide con el recuerdo de mi primer impulso de escribir y era clarísima la fantasía de libertad que te daba Cortázar. Primero, Rayuela activó la lectura de toda su obra, lo bueno y lo malo, y también la lectura de toda la biblioteca que venía con esta novela, desde André Breton a Raymond Roussel y Malcolm Lowry, pero también de Eugenio Cambaceres. Rayuela abrió a otras libertades. (LEER TODO)
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