El gordito aguantó collejas como todos los días, pero cambió la rabia por una sonrisa extraña. Aguantó igual los insultos, los cánticos soeces y los intentos cotidianos por desnudar su enorme culo blanco. Aguantó riendo en silencio, con una mueca entre la burla y la felicidad oscura. Aguantó tranquilo, abrazado a su maleta de Punisher, ajeno a las provocaciones de sus nunca compañeros de clase. Esperó su momento aferrado a aquella mochila negra. En su interior, ni rastro de libros o material escolar, sólo la pistola de papá.
Publicado el 12/2/2010 en HIPERBREVES
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