El inmenso y rubio guardián de las SS abrió de madrugada la puerta del barracón. Como llevaba unas enormes tenazas en la mano, todos nos acurrucamos y cerramos con fuerza la boca. Eligió a un niño esquelético y se lo llevó en volandas junto a la verja. Cuando me asomé a la fría noche, me di cuenta de que jamás llegaría a comprender al ser humano. Con la enorme fuerza de aquella herramienta de acero, y el niño completamente quieto sobre el barro, el soldado alemán estaba abriendo un hueco en la alambrada.
Publicado el 21/5/2010 en HIPERBREVES
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