A la madre le preocupaba la salud del niño poeta. No jugaba, no reñía, no corría, no incordiaba. Sólo leía, escribía y recitaba. Por eso lo llevó, sin mejoría, a los más reputados especialistas de la zona. Al médico que desconcertado le preguntaba otra vez a la madre si el pequeño sufría fiebre, el niño siempre le respondía igual: "Sólo unas décimas". Y sin dar tiempo a nada ni a nadie, declamaba:
Yo sólo quiero escribir
otro verso más precioso,
que me suene cadencioso,
que me haga bien sentir;
es mi forma de vivir,
le guste o no a esta madre,
lo tema o no aquel padre;
porque mejor ser poeta
que sólo un pequeño asceta
ajeno a este desmadre.
Publicado el 29/1/2010 en HIPERBREVES
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