Ejemplo de esa situación fue lo que el director para mercados emergentes, del Eurasia Group, Christopher Garman, expresó al periódico Estado de Sao Paulo, el día 9 de enero: “Existe la percepción que una Venezuela post Chávez puede ser mejor para los negocios, pero tenemos que recordar que las instituciones políticas fueron creadas en torno a Chávez”, explicó, para después afirmar: “Con la oposición o con un chavismo sin Chávez, nuestra preocupación es que la inestabilidad política e institucional pueda repeler a las inversiones y la confianza del inversor”.
El sector más importante de Venezuela atiende los intereses del imperialismo. Gran parte del petróleo crudo, exportado por el país, por ejemplo, tiene como destino los EE.UU. (abasteciendo el petróleo que la potencia dejó de contar lo desencadenado en Medio Oriente). En cuanto a eso, Venezuela se ve obligada a importar petróleo refinado, así como una serie de productos básicos que no fabrica.
La desnacionalización de la producción del petróleo, cuyo marco fue la quiebra del monopolio estatal en 1995, se profundizó con Chávez y hoy, las gigantes del sector, se apoderan de la materia prima venezolana. La PDVSA actual, trabaja junto con grandes empresas multinacionales, que también cuentan con áreas exclusivas de explotación. Empresas como Conoco-Phillips, Chevron-Texaco y Exxon-Mobil controlan algo como el 40% de la producción del país.
Pero, si desde el punto de vista económico, Venezuela no contraría los intereses del imperialismo, ¿políticamente Chávez sería un apoyo a la lucha antiimperialista en la región? Lamentablemente, ni siquiera eso. En el 2011, el gobierno venezolano dejó a la izquierda perpleja al apresar al representante de las FARC, que visitaba el país, el periodista Joaquín Pérez Becerra, y enviarlo al gobierno de Colombia.

Chávez asumió, públicamente, la responsabilidad por la medida, que pasó por encima de cualquier ley internacional en defensa de los refugiados y exilados políticos, apenas para atender un pedido del presidente colombiano Juan Manuel dos Santos, sucesor de Alvaro Uribe. La izquierda chavista, que tanto aplaude la forma efusiva de cualquier palabra del presidente contra los EE.UU., se calló. Y la historia mostró, una vez más, que el nacionalismo, en un país periférico, no es capaz de contraponerse al imperialismo.CONTINUARÁ EL PROXIMO SABADO
Publicado en CORREO INTERNACIONAL
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